“...Un día llega de lejos
Huescufe conquistador,
Buscando montañas de oro,
Que el indio nunca buscó,
Al indio le basta el oro
Que le relumbra del sol.
Levántate, Curimón.
Huescufe conquistador,
Buscando montañas de oro,
Que el indio nunca buscó,
Al indio le basta el oro
Que le relumbra del sol.
Levántate, Curimón.
Entonces corre la sangre,
No sabe el indio qué hacer,
Le van a quitar su tierra,
La tiene que defender,
El indio se cae muerto,
Y el afuerino de pie.
Levántate, Manquilef...”
No sabe el indio qué hacer,
Le van a quitar su tierra,
La tiene que defender,
El indio se cae muerto,
Y el afuerino de pie.
Levántate, Manquilef...”
(Arauco tiene una pena – Violeta Parra)
DEJA
VU
“Hace años que
llegaron seres extraños, de tez blanca y cabello claro, penetrando en nuestras
tierras. Yo era tan solo un niño
cuando empezaron a llegar los wingkas,
repartiendo terror y violencia en nuestras familias y comunidades. ¿A qué
vienen me preguntaba yo? Desde un comienzo comprendí que sus intenciones no
eran buenas, pero a la vez me percaté que en el campo de batalla éramos
ampliamente superados. ¿Quiénes eran?, ¿De dónde venían? Algunos afirmaban que
eran frutos de la ira de Ngenechén,
quien enviaba a estos demonios como castigo. Entendí que nuestra valentía y
coraje no iba a ser suficiente para derrotarlos, pues ellos tenían armas que
nos mataban a distancia, extraños seres a los que llamaban “caballos” y
vestimentas a las cuales nuestras armas eran obsoletas.
Decidí entonces buscar otra forma para lograr expulsarlos, fue cuando
comencé a estudiar su idioma, estaba lleno de interrogantes, sediento de
respuestas, y quién mejor que ellos para dármelas. Me integraron junto a otros
de mis hermanos a una expedición que era liderada por un hombre malévolo, podía
ver la ambición y la maldad en sus ojos, sus pares lo reconocían como Valdivia,
Pedro era su nombre. Nos usaban para cargar sus cosas, recibíamos peores tratos
que lo animales que llevaban. Pese a las condiciones aprendí rápido, cuando
empecé a comprender lo que hablaban, me di cuenta que nos llamaban “Araucanos”,
pregunté a que se debía tal extraño nombre, pero nadie me supo responder. Hasta
que llegué donde uno de los soldados de la expedición, él me dijo que era por
un libro, el cual nos describía y narraba la historia de nuestro despojo,
extraño me pareció, ya que nunca vi a un wingka
observando ni analizando nuestro comportamiento pasivamente, solo vi sangre
y abusos. Simpaticé con ese hombre, el cual también le guardaba rencor a Pedro
De Valdivia, decía que su ambición lo cegaba y los iba a llevar a la perdición.
“No somos Araucanos, somos Mapuches,
Gente de la tierra” fue lo primero que le dije. Me ignoró.
Entonces insistí. “¿De dónde vienen?,
¿Qué buscan?” Pregunté impacientemente. Guardó silencio y luego me
respondió “Somos occidentales, venimos
del otro lado del mundo, estamos buscando oro o plata, cualquier piedra
preciosa nos sirve” Dentro de mi mente intenté encontrarle la lógica a su
respuesta, pero no lo conseguí. “¿Para
qué?”
“La tierra nos pertenece a nosotros los
hombres, debemos explotar sus riquezas para así conseguir un mayor desarrollo, es
cosa de economía, pronto seremos ricos”
¿Qué es la economía? ¿Qué significa ser rico? Le pregunté.
Entre risas el
hombre me miro y me dijo, “ser rico, es
poseer los bienes suficientes para vivir la vida tranquilo, cuando uno es rico,
la vida es simple y fácil, la economía, es el sistema que regula el intercambio
o la producción”
Entonces
reflexionaba en mi mente según la definición que me acababa de dar y tratando
de entender la mentalidad del wingka le
respondí:
“Aquí no existe economía, pero todos somos ricos, la
tierra no nos pertenece, nosotros le pertenecemos a ella”
Me miró extrañado
y guardó silencio, como si no me hubiese entendido, fue cuando comprendí que
sus intenciones, venían a robar nuestra naturaleza, nuestra vida.
Días después
tuvimos un enfrentamiento con una de nuestras comunidades, presencié con mis
propios ojos la crueldad con que se nos atacaba, no aguanté más, robé una de
sus armas y me dirigí a atacar a Pedro. Con mis ojos sollozando en ira me
acerque a él, y sin darme cuenta recibí un golpe por la espalda que me dejó
helado en el piso, poco a poco se me nublaba la vista…
Repentinamente
escuché un ruido, era la puerta, aun medio dormido la abrí y me encontré con
dos señores altos de terno: “¿Es usted
Alex Lemun?”
Sí,
le respondí, “Tenemos una orden de desalojo de toda su comunidad, este
terreno ha sido comprado por nosotros”.
“¿De dónde vienen?, ¿Qué buscan?”
“Somos Forestal Mininco, su terreno es
atravesado por amplios bosques, desde ahora en adelante aquí trabajaran mis
máquinas.”
Dentro de mi mente me parecía algo familiar, algo extraño había en todo
esto. Convencido de mi soberanía sobre las tierras, les respondí que no nos
moveríamos, que nosotros le pertenecíamos a la tierra. Los hombres
maquiavélicamente me respondieron:
“La tierra nos pertenece a nosotros los
hombres, debemos explotar sus riquezas para así conseguir un mayor desarrollo, es
cosa de economía, pronto seremos ricos”
No nos moveremos
le dije, no es justo, esta tierra ha sido ocupada por nuestra comunidad por
siglos, no deben destruirla, es nuestra fuente de vida. Fue cuando comprendí
sus intenciones, venían a robar nuestra naturaleza, nuestra vida.
Días después llegó
la policía y tuvimos un enfrentamiento con nuestra comunidad, pude presenciar
en carne propia la crueldad con que se nos trataba, niños, ancianos, mujeres,
todos eran tratados de la misma manera. Entre sangre y humo, desesperado tome
un arma y con mis ojos sollozando de ira me acerqué rápidamente a uno de los
policías. Sin darme cuenta, recibí un impacto por la espalda, caí al suelo y
poco a poco mi vista se empezó a nublar. Fue en ese momento, en mis últimos
instantes de conciencia cuando lo recordé: esto ya lo había vivido…
En memoria a Edmundo Alex
Lemun Saavedra -7/10/2002
Gabriel Ruete
IVºB, 2010