viernes, 18 de enero de 2013

DEJA VU


“...Un día llega de lejos
Huescufe conquistador,
Buscando montañas de oro,
Que el indio nunca buscó,
Al indio le basta el oro
Que le relumbra del sol.
Levántate, Curimón.

Entonces corre la sangre,
No sabe el indio qué hacer,
Le van a quitar su tierra,
La tiene que defender,
El indio se cae muerto,
Y el afuerino de pie.
Levántate, Manquilef...

(Arauco tiene una pena – Violeta Parra)



DEJA VU

“Hace años que llegaron seres extraños, de tez blanca y cabello claro, penetrando en nuestras tierras. Yo era tan solo un niño cuando empezaron a llegar los wingkas, repartiendo terror y violencia en nuestras familias y comunidades. ¿A qué vienen me preguntaba yo? Desde un comienzo comprendí que sus intenciones no eran buenas, pero a la vez me percaté que en el campo de batalla éramos ampliamente superados. ¿Quiénes eran?, ¿De dónde venían? Algunos afirmaban que eran frutos de la ira de Ngenechén, quien enviaba a estos demonios como castigo. Entendí que nuestra valentía y coraje no iba a ser suficiente para derrotarlos, pues ellos tenían armas que nos mataban a distancia, extraños seres a los que llamaban “caballos” y vestimentas a las cuales nuestras armas eran obsoletas.
Decidí entonces buscar otra forma para lograr expulsarlos, fue cuando comencé a estudiar su idioma, estaba lleno de interrogantes, sediento de respuestas, y quién mejor que ellos para dármelas. Me integraron junto a otros de mis hermanos a una expedición que era liderada por un hombre malévolo, podía ver la ambición y la maldad en sus ojos, sus pares lo reconocían como Valdivia, Pedro era su nombre. Nos usaban para cargar sus cosas, recibíamos peores tratos que lo animales que llevaban. Pese a las condiciones aprendí rápido, cuando empecé a comprender lo que hablaban, me di cuenta que nos llamaban “Araucanos”, pregunté a que se debía tal extraño nombre, pero nadie me supo responder. Hasta que llegué donde uno de los soldados de la expedición, él me dijo que era por un libro, el cual nos describía y narraba la historia de nuestro despojo, extraño me pareció, ya que nunca vi a un wingka observando ni analizando nuestro comportamiento pasivamente, solo vi sangre y abusos. Simpaticé con ese hombre, el cual también le guardaba rencor a Pedro De Valdivia, decía que su ambición lo cegaba y los iba a llevar a la perdición. “No somos Araucanos, somos Mapuches, Gente de la tierra” fue lo primero que le dije. Me ignoró.
Entonces insistí. “¿De dónde vienen?, ¿Qué buscan?” Pregunté impacientemente. Guardó silencio y luego me respondió “Somos occidentales, venimos del otro lado del mundo, estamos buscando oro o plata, cualquier piedra preciosa nos sirve” Dentro de mi mente intenté encontrarle la lógica a su respuesta, pero no lo conseguí. “¿Para qué?”
“La tierra nos pertenece a nosotros los hombres, debemos explotar sus riquezas para así conseguir un mayor desarrollo, es cosa de economía, pronto seremos ricos”
¿Qué es la economía? ¿Qué significa ser rico? Le pregunté.
Entre risas el hombre me miro y me dijo, “ser rico, es poseer los bienes suficientes para vivir la vida tranquilo, cuando uno es rico, la vida es simple y fácil, la economía, es el sistema que regula el intercambio o la producción”
Entonces reflexionaba en mi mente según la definición que me acababa de dar y tratando de entender la mentalidad del wingka le respondí:
“Aquí no existe economía, pero todos somos ricos, la tierra no nos pertenece, nosotros le pertenecemos a ella”
Me miró extrañado y guardó silencio, como si no me hubiese entendido, fue cuando comprendí que sus intenciones, venían a robar nuestra naturaleza, nuestra vida.
Días después tuvimos un enfrentamiento con una de nuestras comunidades, presencié con mis propios ojos la crueldad con que se nos atacaba, no aguanté más, robé una de sus armas y me dirigí a atacar a Pedro. Con mis ojos sollozando en ira me acerque a él, y sin darme cuenta recibí un golpe por la espalda que me dejó helado en el piso, poco a poco se me nublaba la vista…
Repentinamente escuché un ruido, era la puerta, aun medio dormido la abrí y me encontré con dos señores altos de terno: “¿Es usted Alex Lemun?” Sí, le respondí, “Tenemos una orden de desalojo de toda su comunidad, este terreno ha sido comprado por nosotros”.
“¿De dónde vienen?, ¿Qué buscan?”
“Somos Forestal Mininco, su terreno es atravesado por amplios bosques, desde ahora en adelante aquí trabajaran mis máquinas.”
Dentro de mi mente me parecía algo familiar, algo extraño había en todo esto. Convencido de mi soberanía sobre las tierras, les respondí que no nos moveríamos, que nosotros le pertenecíamos a la tierra. Los hombres maquiavélicamente  me respondieron:
“La tierra nos pertenece a nosotros los hombres, debemos explotar sus riquezas para así conseguir un mayor desarrollo, es cosa de economía, pronto seremos ricos”
No nos moveremos le dije, no es justo, esta tierra ha sido ocupada por nuestra comunidad por siglos, no deben destruirla, es nuestra fuente de vida. Fue cuando comprendí sus intenciones, venían a robar nuestra naturaleza, nuestra vida.
Días después llegó la policía y tuvimos un enfrentamiento con nuestra comunidad, pude presenciar en carne propia la crueldad con que se nos trataba, niños, ancianos, mujeres, todos eran tratados de la misma manera. Entre sangre y humo, desesperado tome un arma y con mis ojos sollozando de ira me acerqué rápidamente a uno de los policías. Sin darme cuenta, recibí un impacto por la espalda, caí al suelo y poco a poco mi vista se empezó a nublar. Fue en ese momento, en mis últimos instantes de conciencia cuando lo recordé: esto ya lo había vivido…

En memoria a Edmundo Alex Lemun Saavedra -7/10/2002 
Gabriel Ruete
IVºB, 2010