martes, 15 de enero de 2008

* ○ Lας Πάς¢αЯας ○*

"Como los comediantes llamados a escena se ponen una máscara para que no se vea el pudor en su rostro, así yo, a punto de subir a este teatro del mundo en el que hasta ahora sólo he sido espectador,
me adelanto enmáscarado."
(RENÉ DESCARTES)


Una actitud bastante común en el individuo del siglo XX, es la de cubrir su “yo” interior, dejando que su esencia quede en un segundo plano. Previo al siglo XVIII, las órdenes generales, cristianas o laicas, daban sentido a la identidad. Esto me lleva a pensar que antes, estas mismas predisponían al hombre a usar una máscara que lo asimilara a los demás. Es a partir del Romanticismo que el ser humano comienza a tener conciencia de sí mismo. Por lo tanto, es desde entonces que el individuo emplea caretas con una intención. ¿Con cuál? Y si la mayor parte de las personas lo hacen, ¿conoceremos alguna vez a alguien sin máscara alguna?

Esta interrogante es de mi interés y en realidad debería de importarnos a todos, ya que es nuestro ser el que está oculto tras un especie de muro, el que no nos permite diferenciarnos de los demás. Es por esta razón que decidí escribir este ensayo al respecto, basándome en el pasado con el fin de comprender nuestro presente y quizás hasta lo que nos depara nuestro futuro. Vemos claramente a comienzos de la Antigüedad Clásica, como Grecia, un gran exponente a futuro para el Occidente, aprovechó el uso de máscaras con un fin ceremonial. Tiempo después, los romanos utilizarían estas mismas en las comedias o el teatro, para representar varios caracteres en una misma obra. Éstos son sólo algunos de los tantos usos que se le dio a este objeto en el pasado, y con la finalidad de comprender mejor su función, creo que es de fundamental importancia aclarar su significado. ¿Qué es la máscara entonces?

Es una figura que representa un rostro humano, animal o puramente imaginario, con la que una persona puede cubrirse el rostro para no ser reconocida, tomar el aspecto de otra para participar de ciertas actividades escénicas, rituales u otras. Con esta definición clara y precisa podemos ver que no es completamente lejano el hecho de que cualquiera puede usar una careta y no sólo eso, sino que lo puede hacer cuando quiera y hasta cuando le plazca.

Con el fin de llegar a una conclusión con respecto a su función dentro de nuestra sociedad, es elemental observarnos a nosotros mismos y tratar de encontrar una razón posible al porque usar una mascareta. Tras leer distintas obras literarias de nuestra época encontré, por ejemplo, “Los Detectives Salvajes”, donde puedo observar en Juan García Madero, a un joven de 17 años que vive una vida inauténtica, ya que oculta sus deseos de estudiar Letras a sus tíos por temor a mostrar su verdadera identidad, encubierta tras esta pantalla de estudiante de leyes, la que no le queda para nada. Esta obra nos demuestra un primer uso, el TEMOR a ser descubierto no sólo por la sociedad, sino más bien por los seres queridos. Es un miedo a no ser aceptado tal cual uno es. El fin de ACEPTACIÓN es otra utilización que se le da a las caretas. La principal búsqueda de la juventud de hoy en día es la aprobación de los demás. Ello se ve nítidamente en las modas por ejemplo. Pero, ¿qué es una moda?

La moda es un conjunto de tendencias, generalmente reflejo de la sociedad en un momento determinado y que para muchos se transforma en un modelo a seguir. Bueno, ¿qué sucede si no perseguimos estos estilos? No seremos aceptados. Por lo tanto, un acceso fácil a la sociedad es seguir una determinada moda, aunque existe la posibilidad de que ésta no nos represente. Desgraciadamente la mayoría de los movimientos contraculturales se transformaron en una moda, no solo perdieron esencia, sino que también se convirtieron en herramienta o máscara de aceptación para los jóvenes y adultos.

Quizás esta búsqueda de aprobación de los demás no sólo sucede en el periodo adolescente, los adultos también sienten que deben encajar en un círculo predeterminado y muestran tener riquezas como caros y exclusivos autos, una casa grande y una infinidad de equipamientos electrónicos. Cuando en realidad, no tienen ni una gran fortuna ni nadie que los acepte por quienes son, sino por lo que tienen. Prefieren endeudarse para demostrarles a los otros que pertenecen a una “elite”. Y en este específico contexto, estas personas viven envueltos en apariencias engañosas. Otro inteligible uso que se le da a la careta es como método de PROTECCIÓN. ¿Protegerse de qué? De todos y de nosotros mismos, que no hacemos más que con o sin intención herir a la gente. Muchas veces dudamos de expresar nuestros sentimientos y ocultamos nuestras intimidades, porque desconfiamos de los demás. Y sin darnos cuenta nos ponemos una gran coraza que evita reflejar lo que realmente somos.
La gran problemática de utilizar esta máscara que esconde nuestra marca registrada, por así decirlo, es que existe la posibilidad de perdernos tanto en el fondo de este personaje, que posteriormente no sabremos quién habla, si nosotros, o este “actor” que se apoderó de nuestra vida. Pero un gran pensador y filósofo dijo una vez que la palabra “persona” en latín significaba lo mismo que prosopón en griego, es decir máscara. Planteaba que el ser humano era un personaje movido por el destino, pero que le tocaba representar un papel en escena. Este gran exponente es Nietzsche y presentó esta idea en su libro “Así habló Zarathustra”. Para Nietzsche, cada “actor” utilizaba distintas máscaras dependiendo de la escena que tuviera que realizar. Con esto se refería a que todo individuo ocupaba diversas caretas dependiendo de la situación en la que se encontrara. Lo que Nietzsche ofrece a los hombres del tiempo por venir, es el no poder menos que querer inventar otras máscaras, otras formas de ser individuos, creadoramente humanos.
Puedo corroborar el pensamiento de Nietzsche mediante el cuento Pelando a la Rocío de Sobredosis, con la joven Rocío, la que adquiría distintas personalidades y formas de actuar dependiendo de su entorno. Al comienzo era una joven “cuica” y muy conservadora (derechista), ya que se encontraba en un ambiente en que todos sus amigos y conocidos lo eran. Luego al surgir ciertos problemas económicos en su familia, se transforma en una persona que familiarizaba con izquierdistas a los que anteriormente “pelaba” junto a su círculo de amigos. Con este ejemplo compruebo lo que plantea Nietzsche y esto no sólo sucede en el caso de Rocío, también sucede en la actualidad con todas las personas que nos rodean. Estos se enmascaran para sentirse más a gusto y poder pertenecer a un grupo que los comprenda y que de algún modo los beneficie.
El número de máscaras es indefinido, cada quien usa la que mejor le venga, esta idea ha sido captada por una artista argentina, Kienmira Alkemira, la que expone en una instalación interactiva un sinnúmero de caretas creadas por ella. Esta exhibición artística permite al espectador asumir diferentes personalidades y roles mediante el uso de una máscara. Para ello la persona debe introducirse en cada uno de los nueve módulos y participar del juego al que es invitado que, más que ocultar el rostro real, pretende develar aspectos desconocidos de nuestra personalidad. Su arte nos muestra un lado positivo de las máscaras. Si estamos de acuerdo en que su uso a largo plazo puede provocar la pérdida de nuestra esencia, de igual forma es posible, que si le damos una utilización a corto término, podemos llegar a conocernos aun más. Sólo en caso de que estemos al tanto de que estamos usando una careta.

Vemos por ejemplo en la película “Play” de Alicia Scherson, a dos personajes Tristán y Cristina, los que están en busca del rol que jugaran en la ciudad (Santiago). Esta película nos demuestra que en nuestro siglo estamos expuestos a una serie de influencias, desde los videojuegos que jugamos hasta las culturas precolombinas de las que descendemos. Estos son solo algunos de los típicos aspectos que nos rigen y que caracterizan a la sociedad chilena, ambos ejemplos se ven reflejados en esta película. Estos aspectos develan las distintas caretas que puede adquirir una persona, como sucede en el caso de Cristina. Cada ser humano aprovechará la oportunidad de aferrarse a un nuevo personaje con el fin de SALIR DE LA RUTINA.
Pero, como dije anteriormente, mi gran interrogante respecto al tema es que si somos personajes dentro de una gran obra y usamos un sinnúmero de mascaretas, dependiendo solo del fin que le demos y de nuestra propia creación, ¿se mantiene nuestra esencia en el interior? ¿Seguimos siendo nosotros? Tras observar los distintos testimonios de caretas en nuestra sociedad, debo concluir que todos usamos máscaras diariamente. Con distintas funciones y formas dependiendo de quien la utilice. Con respecto a la interrogante, he comprendido que nadie pierde su esencia si tiene conciencia de que mientras esté usando una careta no es él quien se muestra, sino un carácter de su invención, quizás sea este tan sólo una parte del yo interior, pero no es el conjunto. Claramente al emplear máscaras en cualquier situación de nuestras vidas, queda en nosotros aunque sea la más mínima huella de nuestra esencia reflejada al exterior. Por lo tanto, no perdemos nuestra esencia mientras estemos al tanto de que utilizamos una máscara. Al no percatarnos del uso de una mascareta, es ahí donde dejamos de ser quien somos y un nuevo personaje se apodera de nuestro cuerpo y ser. He visto al comienzo este acto del hombre como una problemática y en realidad me he dado cuenta que es una forma de vida aceptable, solo hasta cierto punto, como he reiterado innumerables veces. Sólo es una problemática al observar a estas personas que desmienten en todo caso un uso de una careta, lo que es imposible porque todos lo hacemos. Cada careta es una parte de nuestro ser, y me temo que nunca podremos unir todas las máscaras utilizadas y finalmente poder observar el ser completo. La mayor parte de las personas desean mostrarse auténticas y únicas pero están insertos en una sociedad en la que todos utilizan máscaras. Está claro que hay personas que se dejan llevar por las masas y que no tienen ni voz ni voto y otras que se contraponen a estas aglomeraciones. Estas personas son auténticas al tener una propia opinión y al guiarse por lo que su corazón y su razón les dicte. Ello no quiere decir que estas personas no ocupen algún tipo de máscara, porque también lo hacen. Sólo que son máscaras fuera de lo común, que brillan y se destacan dentro de las masas. Pero que finalmente terminan siendo devoradas por el gran monstruo, nuestra propia sociedad.

A través de este ensayo he podido detectar dos vías, caminos u opciones para elegir que caretas utilizar. En primer lugar se encuentra este sendero que nos hace elegir de un centenar de caretas solo un par, las que mejor nos identifiquen. En cambio, la otra opción a elegir, es la de optar por una máscara sin pensar en consecuencias, sólo en el beneficio que me puede traer usarla dentro de mi entorno. ¿Qué opción sigo yo? ¿Perderme a mí misma y no encontrarme nunca más para solo triunfar en la vida? o ¿buscar lo que más se acerque a mi “ser” y por fin así encontrar mi propia felicidad siendo yo mismo? Desde mi punto de vista, ambas consiguen lo mismo, la única diferencia es que para algunos conocerse cada día más es encontrar la felicidad y para otros triunfar en el trabajo, en el círculo social, etc., es ser feliz. Depende de cada carácter de nuestra sociedad, cada quien decide lo que hace con su vida y que rol ocupa dentro de la sociedad. ¿Y TÚ? ¿Qué vía tomas?
Javiera Ávila, noviembre de 2006
IVº C, 2006

No hay comentarios: