La mujer debe romper con una educación y con una cultura que la
hacen espectadora de la historia
que construyen los hombres.
Anónimo
hacen espectadora de la historia
que construyen los hombres.
Anónimo
Podemos afirmar que hay una nueva manera de ser mujer. Antiguamente las mujeres estábamos limitadas al hogar, nuestra mejor y mayor perspectiva de la vida era hacer un matrimonio feliz y la maternidad era la máxima realización de nuestro ser. No es que así lo hubiéramos querido como mujeres, pues cuando se vive en un sistema patriarcal, la socialización reparte los roles entre los varones y las mujeres y ubica a los varones en su papel productor y destina para ellos el espacio público y para las mujeres ha dejado el papel reproductor de la familia y el espacio doméstico.
Mas no quiero repetir qué papel cumplía la mujer en las épocas pasadas, sino mostrar, que aun pasado siglos, existen abusos e injusticias terribles entre los géneros.
Sin importar el sexo que tengamos, debiéramos ser imparciales y darnos cuenta de la desigualdad que existe hoy en nuestra sociedad. No me refiero a la desigualdad económica, sino a la que repercute mayoritariamente a la mujer. Es la estructuración en cuanto a la función de los sexos.
Es cierto que la mujer ha evolucionado en este último tiempo, y sin duda ha ganado un lugar en la sociedad. Pero ¿por qué si hemos evolucionado en tantos aspectos, no podemos cambiar en cosas tan simples e importantes como son el respeto al prójimo? El valorar a la otra persona tal cual es. Ser diferente no significa ser inferior, ni siquiera cuando a causa de la diferencia se es más débil en algo. En nuestra cultura es frecuente ver abuso por parte de padres, esposos y jefes hacia las mujeres. Pero qué autoridad tienen ellos de hacer esto. Es por eso que me es difícil entender como es que en una sociedad civilizada hayamos alcanzado el femicidio número 50 del año. No hay motivo ni derecho alguno para que un hombre pueda llegar a matar a una mujer. La frase “la maté porque era mía” no tiene validez alguna, nadie es dueño de nadie; quizás no nos damos cuenta, pero es impresionante ver como en una relación la mujer es considerada una posesión del hombre. Pero ¿por qué no podemos decir lo contrario? ¿De cuántas muertes más tendremos ser testigos para que algo que se ha transformado cotidiano en estos días como el femicidio se detenga? A pesar de que en el año 1975 la ONU se reúne por primera vez en una conferencia sobre la mujer y sus derechos, estamos aun insertos en una sociedad donde el hombre tiene un poder y privilegio mayor que la mujer.
En ese mismo año, fue promulgada la Ley de Viel, que consiste en que la mujer tiene derecho al aborto. Aunque personalmente no concuerdo con esta ley, cabe mencionar que nos manifiesta el avance que ha tenido la mujer respecto a sus necesidades y opinión. Nos demuestra que la mujer sí es dueña de si misma y de su cuerpo, por ende puede hacer lo que quiera con él. Existen tantas mujeres que han sido violadas y abusadas sexualmente y tienen que recurrir al aborto, ya que no hay apoyo del hombre, a veces ni siquiera de la propia pareja. No por ser las que tenemos al bebé debemos que encargarnos solas de su crianza y cuidado. Pero el aborto consta en matar a un ser vivo, a un ser indefenso que es creación propia y parte de la persona, entonces ¿acaso no sería esto algo muy parecido al femicido? Matar y además no tener respeto ante la otra persona. Estas faltas van más allá de la religión, educación y de la cultura en la que estamos inmersos; esto trasciende clases sociales y edades. Esto va en la persona, en la moral de cada uno, ya que nadie tiene el poder de obligar a matar.
Gracias a avances como esta ley, por ejemplo, surge una nueva filosofía llamada feminismo, que promueve la justicia social y reclama la desigualdad entre los sexos. Margaret Mead, propulsora de esta filosofía, hizo variadas investigaciones con culturas indígenas. Se dio cuenta que en cierto lugar ambos seres eran de temperamento bélico y en otra tribu las mujeres eran trabajadoras mientras los hombre se aseaban y arreglaban. Entonces vemos que tanto el hombre como la mujer son seres de la misma naturaleza solo que la sociedad determina su función. ¿Será muy difícil creer en una sociedad donde mayoritariamente la mujer ocupara cargos políticos y laborales y el hombre permaneciera en la casa ocupándose de las labores del hogar? Lo más probable es que para la mayoría de la gente sí. Espero que algún día este pensamiento cambie, sea justo y que ambos sexos sean vistos de igual manera ante la sociedad.
Las diferencias y discriminaciones laborales también se ven en interior de la familia. Ahora los matrimonios son mayoritariamente por amor, y no por conveniencia ni por acuerdo previo como solían ser tiempo atrás, donde la mujer se veía casi forzada y a veces obligada a dejar a su verdadero amor para casarse con otro. El estar en una relación amorosa con otra persona, además de amor, implica respeto, fidelidad y confianza. Como mujer quiero formar una familia, quiero tener un marido en el cual pueda confiar, que me respete y me ame. Alguien con quien tener hijos y vivir para el resto de mi vida. Pero es difícil poder estar segura de algo como esto, cómo no vamos a sentir miedo a que nos hagan daño, que nos sean infieles o que abusen de nosotras. El problema está en pasar a llevar los límites y la confianza de la otra persona. Yo no me considero quien para fallarle a mi pareja y engañarlo si él me ha sido fiel y leal siempre. Este problema ha existido siempre, lo vemos en tantos reyes que tuvieron aventuras y nunca fueron reveladas. Pero cuando la mujer le era infiel, ésta era criticada y condenada. Hoy vemos casi lo mismo, el hombre se da el derecho a estar con más de una mujer a la vez, y no me refiero a las religiones que practican la poligamia, sino acá en Chile, y cuando la mujer piensa en hacer algo así es mal visto, son llamadas cualquieras y discriminadas. Hoy puedo ver a niñas de mi edad, incluso menores, que no entienden lo importante que es el respeto y la valoración de una misma. Vemos también muchas violaciones, infidelidades y promiscuidad, pero el sexo no debe ser esto, debe ser un acto de amor, algo íntimo y entre dos. Estamos expuestos a tanta falta de dignidad, programas en la televisión y videos en Internet, donde se revelan situaciones que no deberían ser mostradas a público ya que son un insulto a la persona. Vemos como jóvenes sobrepasan los derechos de otros y los llevan a cometer actos vergonzosos y groseros.
Este dilema de favoritismo hacia el hombre se puede relacionar con el texto “El Alfabeto contra la Diosa”, que propone que el hombre se asemeja a la escritura y la mujer a las imágenes, y debido a la educación, que por medio de la escritura y lectura, se dirige a una visión de sociedad patriarcal. Ésta es una idea válida respecto al origen del enfoque que se tiene hoy de nuestra sociedad. Aun así yo confío en que ésta percepción cambie, que no haya más injusticias ni con el sexo femenino ni masculino. Eso es lo que quiero demostrar con mi dibujo, que la mujer y el hombre puedan llegar a vivir juntos en armonía. En el cuadro vemos que la mujer es muy parecida al hombre, con eso trato de demostrar que somos el mismo ser y merecemos el mismo respeto. Aun así la mujer refleja tristeza y angustia, con lo que quiero reflejar a muchas mujeres latinoamericanas que son maltratadas por sus maridos o parejas. Es por es que no me gustaría ver a más mujeres que mueren en manos de hombres pervertidos, ni más madres solteras que tiene que cargar con el peso de mantener a una familia. Quiero hacer un llamado a la convivencia, equidad, fortalecimiento de los vínculos afectivos, a reconocernos en medio de las diferencias y darnos cuentas que nuestros sexos son complementarios. Espero que como mujeres sigamos luchando por la justicia, que el querer salir adelante y alcanzar la igualdad sea un fin cercano. Que los derechos que ya logramos instaurar en nuestra sociedad, se vuelvan hechos.
Javiera Riquelme
IVº C 2007
Noviembre de 2007
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