lunes, 3 de marzo de 2008

CANTA, OH MUSA...

Mayo del 2007
Compacto Cultural Integrado de Literatura II medio

“Canta, oh Musa, la cólera del Pélida Aquiles...” Sí, Musa, sí, que se vuelva a escuchar tu hermosa voz. Que los ya olvidados pasos de Aquiles vuelvan a perturbar la quietud de este mundo. Pero no sólo dirijas tu mirada a antaño, sino que tu melodía deje pasar la cólera de Arauco y el cantar de los pastores.

¡Collige Virgo Rosas! Sí, Musa, en este tiempo volvemos a recordar toda aquella sensualidad prohibida que encierra tu género femenino. Es en ella en quien nuestra mirada de hombres se centra. Sí, en esta época los ojos del hombre cambian su rumbo. Con tanto mirar hacia arriba al hombre le ha llegado a doler el cuello. Ahora en cambio, nos enfocamos en nosotros, en nuestras capacidades y virtudes que Dios nos ha permitido tener.

Alonso de Ercilla, Garcilaso de la Vega y tantos otros, bien saben qué somos, qué nos gusta, hasta tal punto que llegan a idealizar a quienes nosotros nos hemos fijado. El gran Caupolicán, imagen fiel de Aquiles, es ese tipo de hombre ideal que racionalmente buscamos para lograr un bien común. Garcilaso de la Vega nos recuerda nuestras pasiones por la mujer, hasta llegar a idealizarla. Gracias a este arte de escribir, a esta pasión que nos mueve a cantarte estas líneas, oh Musa, hemos logrado ver en nosotros –el hombre renacentista – una semejanza o más bien un renacer de algo que ha estado guardado por más de mil años: la cultura clásica. Además no hemos podido evitar encontrar un parecido en nuestro antropocentrismo racional e idealizado – que escrito está en muchas obras literarias – con las artes y música de este tiempo. Oh Musa, no despreciéis el don, aunque tan pobre, para que autoridad mi escrito cobre.

La mujer, criatura que tantas pasiones en nosotros despierta, ha sido y será siempre motivo principal para dedicarle y cantarle miles y miles de versos y escritos. Y es que el hombre dejó de pensar en Dios, ahora nos centramos en nosotros y en cuánto nos rodea; creando modelos ideales de cuanto nos apasiona. Así es, Musa de nuestro cantar. Ustedes no son sólo parte de nuestra vida, sino que son motivo para soñar. Ya no es únicamente Dios quien acapara todos nuestros sueños y ensueños, ni es tampoco nuestra única pasión.

“Y en tanto que’l cabello que’n la vena del oro’s escogió con vuelo presto por el hermoso cuello blanco...” (Soneto XXIII, Garcilaso de la Vega). Estas líneas demuestran cómo la literatura crea un modelo idealizado, que si bien en la cita se centra en lo físico, no deja de tener relevancia para el ideal que se quiere crear. ¿Ves Musa? Nos centramos en quienes nos rodean para crear un prototipo único y perfecto. ¡Oh Musa de nuestros sueños! ¿Qué sería de Héctor sin su Troya? Asimismo, ¿qué sería de una mujer perfecta si no tuviera un espacio tal? Y es que la literatura también crea un espacio ideal y bello que acompaña a este modelo de mujer que nosotros anhelamos ¿Locus amenus? ¡Sí Musa! Y bien loco queda uno con tanta belleza imposible de tener, irreal, que nosotros nos hemos preocupado en crearla, como referente de nuestras inalcanzables utopías.

“...él, con canto acordado al rumor que sonaba, del agua que pasaba, se quejaba tan dulce y blandamente como si no estuviera de allí ausente la que de su dolor culpa tenía...” (Salicio y Nemoroso, Égloga I, Garcilaso de la Vega) Oh Musa, el espacio no solo es puro y bello, sino que acompaña al hombre en sus sentimientos e ímpetus. ¿O no es el “Nacimiento de Venus” una obra que retrata el mundo ideal tan delirado por nosotros? Y bien hizo Boticelli en llamar así la obra, ya que meramente no nace Venus, sino que con ella tantas olvidadas pasiones que se reflejan en su sensualidad. Mas el espacio acompañado de tanto verdor, despierta en nuestra alma un espíritu de goce y deseo de hallarse allá.

Vuelven a sonar en nuestros oídos la astucia de Ulises, la furia de Héctor y la venganza de Aquiles. Musa nuestra, que tantas veces cantaste aquellas aventuras, ahora ves que la literatura nos ha puesto a estos personajes para que sean semejantes de cada uno de nosotros. Es decir crea racionalmente figuras prototipo para que nosotros los humanos nos podamos guiar en nuestro camino. ¿Quién hubiese sabido de las lágrimas de Arauco y del bravo de Caupolicán, si Alonso de Ercilla no escribiere de ello? ¿Qué ejemplo de guerrero, templanza, sabiduría y astucia hubiésemos tenido? Musa, siempre Musa, aquellos ejemplos logran crear entre nosotros gran desconcierto por tan espectaculares relatos que hasta incita a seguirlos y respetarlos.

“...Creció en reputación, fue tan temido y en opinión tan grande le tuvieron, que ausentes muchas lenguas del temblaban, y casi como rey le respetaban...” (Pág. 20, La Araucana, Alonso de Ercilla). Estas palabras que aluden al gran Caupolicán, son un espejo de cuánto hemos dicho, oh Musa de las letras. Estos son los modelos que la literatura en cada obra constriñe para nosotros. Y es tanta la admiración que se llega a comparar con reyes y príncipes, como se ve en el texto citado. ¡Oh Musa! Nuestra admiración por la música no deja de fascinar nuestras almas y es que con el mismo fin que las letras, la Iglesia se ha preocupado de crear modelos musicales que guíen nuestros ánimos. Ha hecho una búsqueda racional y ha establecido tipos de música únicos, como es la polifonía.

Oh Musa, son estas líneas las que te hemos dedicado para que oigamos nuevamente tu voz, para que vuelvas a cantar aquellas aventuras olvidadas. Recuerda que la literatura crea ejemplos a seguir como son Caupolicán y varios más, con un racionamiento detrás, para poder guiar nuestros pensamientos y nuestra vida hacia algo mejor. También recuerda que la mujer – en la literatura – es un modelo ideal que el hombre la centra para despertar en el tantas pasiones. Musa: no dejes de cantar porque como ves, tan importante para nosotros es.
El Hombre Renacentista.

Francisco Salles

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